Por Carolina Contreras
Hace unas décadas, no era raro escuchar que el papá o el abuelo de alguien había trabajado toda su vida laboral en la misma empresa. Se “hacía carrera” dentro de la compañía y allí se estaba seguro, cómodo y tranquilo, año tras año. Hoy, las nuevas generaciones han ido rompiendo con la idea de tener un mismo empleo para siempre. Más que estabilidad, buscan placer y motivación.
¿Acaso están menos comprometidos con su trabajo?
Para nada. Pero dura lo que ellos decidan -según estudios, entre 12 y 18 meses-, pues quieren condiciones laborales y ambientales que no solo les generen bienestar económico, sino también felicidad.
¿Felicidad en el trabajo?
Sí, es un concepto que cada vez tiene mayor aceptación y entendimiento por parte de las empresas -además de ser un gran desafío-, y que considera: un espacio confortable, relaciones de confianza y no de competencia, disfrutar de lo que se hace, reconocimiento, ser escuchado y estar motivado, entre otros factores. Si se consigue este objetivo, el desarrollo es personal y colectivo, y se traduce en un aumento de la productividad/rentabilidad de la compañía.
Esta ambición de felicidad laboral se ve, sobre todo, en los menores de 35 años, quienes quieren tener más tiempo libre para viajar, hacer deporte o especializarse; trabajar en un ambiente sin estrés y relacionarse con líderes de los cuales se pueda aprender.
Y este es un tema muy importante para gestionar la felicidad de las nuevas generaciones de trabajadores en las compañías. Las empresas -y los líderes internos- deben aprender “a leerlos”; inspirar, influir, movilizar y seducir ese talento joven que piensa y siente diferente a los mayores. No es fácil ni se consigue de un día para otro, y hay empleadores y empleados que aún creen que es una quimera. Sin embargo, es un hecho que la pasión, la creatividad y la innovación de los jóvenes harán que la organización consiga ventajas competitivas en un futuro no muy lejano.
* Carolina Contreras es especialista en reclutamiento de Robert Half