Desarrollo de habilidades blandas y competencias para el mercado laboral del futuro
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Por Karina Perez
Cuando hablamos de Desarrollo de Carrera, un tema clave para la planificación y el crecimiento profesional es el desarrollo de habilidades blandas. Se trata de un área que ha sufrido grandes cambios en los últimos años, a la par con las transformaciones del entorno. Por ello, las habilidades profesionales que demandan las empresas tienden a distar bastante de lo que se requería hace 5 o 10 años atrás.
Para entrar en materia es necesario definir algunos conceptos. El primero es el de competencia, que corresponde a un nivel superior de capacidades para hacer determinadas tareas. Es decir, involucra la posibilidad de realizar ciertas funciones, conforme a las características particulares de cada persona, haciendo uso y combinando conocimientos duros y blandos. En segundo lugar, tenemos las habilidades, que son las destrezas específicas para ejecutar tareas en base a conocimientos y cualidades individuales. Finalmente, aunque corresponden a un nivel más profundo, se encuentran las capacidades o ser capaz, que corresponden a las condiciones naturales de las personas para desempeñarse en determinadas áreas o realizar cierto tipo de tareas. En este último caso, estamos hablando más de talentos.
A las que antes se denominaba habilidades “blandas” se les ha rebautizado como "core skills", para dar cuenta de que son un atributo básico para el nuevo contexto económico y laboral
A partir de lo anterior, la idea es potenciar nuestra empleabilidad -capacidad para acceder a un puesto laboral y reorientarse en caso de ser necesario- en base al desarrollo de determinadas habilidades y, en consecuencia, ser competentes en el ámbito que planeamos y deseamos.
Entonces, si ya hemos identificado nuestro perfil único, o “ikigai”, y por lo tanto hemos trazado ciertos objetivos, lo que corresponde es trabajar aquellas habilidades que nos permitirán alcanzar esas metas definidas. En este sentido, hay dos grandes grupos que debemos distinguir: habilidades blandas o soft skills y habilidades duras o técnicas. Lo curioso es que a las primeras, durante muchos años se les llamó “blandas”, sociales o incluso complementarias, porque se las consideraba secundarias y deseables, pero no imprescindibles en un profesional. Hoy, enfrentamos un escenario absolutamente distinto y a este grupo de habilidades “blandas” se les ha rebautizado como core skills, para dar cuenta de que son un atributo básico para el nuevo contexto económico y laboral. Por otro lado, actualmente se entiende que -en general- las habilidades duras o conocimientos técnicos pueden desarrollarse con mayor facilidad que las “blandas”, que tienen un componente actitudinal difícil de trabajar.
Expuesto lo anterior, me voy a concentrar en cuatro de aquellas core skills que se consideran transversales para este nuevo contexto de la industria 4.0.
I. Pensamiento crítico
Entendida como la habilidad de cuestionarse la forma en que se hacen las cosas, es clave para la mejora continua y la innovación en las organizaciones. Esta habilidad implica la capacidad de pensar individualmente y evaluar situaciones con apertura y desde distintos ángulos. Se trata de ver la “big picture” y pensar fuera de los marcos establecidos, por sí mismo, y de este modo encontrar nuevas formas de hacer las cosas.
Esta es una habilidad que se entrena y se ejercita, pero no es sencillo de adquirir, especialmente para quienes han sido formados bajo esquemas rígidos de pensamiento unitario. A continuación, cuatro pasos para entrenar esta habilidad.
- Aplicar una cuota de escepticismo y buscar nuevas opiniones. No podemos quedarnos con una sola opinión o fuente de información, especialmente en tiempos en que tenemos al alcance de nuestros dedos un océano de conocimientos llamado internet. Por ejemplo, ante una noticia que nos llegue a través de redes sociales, especialmente a propósito de las fake news, se puede hacer el sano ejercicio de verificar si es cierta o si efectivamente sucedió en la actualidad o data de tiempo atrás. Aun cuando no se trate de una fake news, descubriremos que hay mucho más que lo que recibimos. Lo bueno de esto es que se vuelve “adictivo”, porque es un ejercicio que nos valida como líderes de opinión ante nuestros círculos sociales y eso alimenta nuestro deseo de cuestionarlo y chequear todo. Pues bien, será cosa de tiempo para que este sano escepticismo lo apliquemos a nuestro entorno profesional y, de este modo, comencemos a buscar nuevos ángulos de análisis… el resto vendrá solo.
- Ejercitar la inquietud intelectual. Ante cualquier duda o falta de claridad respecto a un tema, no se debe aceptar esa disonancia cognitiva. Anotar dudas y resolverlas es la forma de combatir la pereza intelectual y ampliar nuestras visiones.
- Resistirse a los ejes dicotómicos. En contextos muy polarizados, es natural que nos veamos enfrentadas a posturas binarias del tipo bueno-malo, lindo-feo, blanco-negro. Ante esos cuestionamientos y etiquetas, vale la pena abrirse y preguntarse qué hay entre los extremos. Aceptar solo dos posibilidades ante un dilema es el camino sencillo y no aporta a la plasticidad intelectual que requiere el pensamiento crítico.
- Aceptar equivocaciones y errores. Uno de los desincentivos a pensar críticamente es que nos veremos enfrentados a cuestionamientos de nuestras estructuras mentales, bajo las cuales hemos construido ideas, paradigmas y supuestos. Por lo tanto, al abrirnos a explorar nuevos caminos, miradas e ideas, debemos asumir que podemos descubrir que estuvimos equivocados mucho tiempo. Aceptar esa posibilidad desde un comienzo nos ayudará a transitar el camino de la ampliación intelectual con menos conflicto emocional.
II. Creatividad
Corresponde a la habilidad de generar nuevas ideas o soluciones, lo que es especialmente valorado y necesario en contextos de alta competencia, donde las organizaciones/empresas necesitan diferenciarse. Está vinculada al pensamiento crítico, porque la amplitud de mirada abre nuevas posibilidades, pero no lo es todo. Si bien la creatividad es una habilidad propia de los seres humanos, hay distintos niveles de esta, pero a la vez sabemos que es una habilidad que se puede entrenar. A continuación, algunas recomendaciones de cómo hacerlo.
- Leer compulsivamente. Conocer ideas de otros permite hacer volar nuestra imaginación, que constituye la chispa de la creatividad. No se trata de sumergirse en textos académicos o científicos, sino simplemente dejarse seducir por historias, novelas o cuentos, que nos lleven a mundos desconocidos.
- Explorar más allá de nuestra zona de confort. No basta con profundizar en nuestro ámbito profesional, es necesario moverse hacia otros rubros y áreas del conocimiento. Ello contribuye a la plasticidad de nuestro cerebro y ofrece nuevas posibilidades para enfrentar los desafíos.
- El hábito de aprender. Al igual que el punto anterior, aprender cosas nuevas de un ámbito distinto al habitual ayuda a nuestro cerebro a crear. Aprender hobbies o deportes, por ejemplo, contribuye no solo a enriquecer la vida personal, sino que añade conexiones neuronales que son fundamentales para la creatividad.
- Ejercitar el cerebro. Hay numerosas técnicas que sirven para entrenar la creatividad en forma entretenida, entre ellas puzzles, juegos de rol, crucigramas, entre otras. Asimismo, existen ejercicios profesionales que contribuyen en este sentido, como los brainstorming o ejercicios prácticos de encontrar usos novedosos a artículos cotidianos (clips, corchetes, etc.).
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III. Flexibilidad o capacidad de adaptación
En entornos dinámicos, donde el cambio es frecuente, como el de la actualidad, la flexibilidad para adaptarse y responder a nuevos desafíos, tareas o responsabilidades, es fundamental. Asimismo, la plasticidad profesional también contribuye a balancear mejor el mundo laboral y el familiar. Sin embargo, desarrollar esta habilidad no es sencillo y, por eso, a continuación entrego algunos tips que pueden ser de ayuda.
- Actitud positiva al cambio. Es primordial ser receptivos al cambio y entender que junto con los desafíos también llegan oportunidades. El solo hecho de tener una disposición abierta y receptiva a los nuevos entornos nos predispone a adaptarnos mejor.
- Participar en equipos interdisciplinarios. Enfrentarse a pequeñas dosis de cambio en el entorno nos hace más receptivos a los desafíos de este tipo. Por ello, participar en proyectos o equipos multidisciplinarios y extra rutina nos ayuda a identificar fortalezas y debilidades ante escenarios desconocidos.
- No perder los objetivos de vista. Si ya tenemos nuestro plan de desarrollo de carrera, tenemos objetivos que cumplir. El tener esas metas siempre presentes ayuda a sobrellevar los desafíos y dificultades del cambio. No podemos perder el rumbo, y hay que tener presente que nuestros objetivos están muy por encima de los pequeños problemas de la cotidianeidad.
- Buscar sentido. Las nuevas situaciones tienen una razón de ser y pueden ser racionalizadas siempre. Quizás son temporales o permanentes, pero el ponerlas en perspectiva constituye un gran paso, porque nos ayuda a identificar qué habilidades necesitaremos para enfrentar los nuevos desafíos. Aterrizar las cosas y explicarlas racionalmente ayudarán a asumirlas en forma más positiva y con mayor rapidez.
IV. Enfoque colaborativo
La globalización económica ha implicado una alta movilidad laboral, lo que unido a una mayor multidisciplinariedad en los entornos laborales, exigen a los profesionales una disposición a una colaboración amplia, mucho más allá de sus pares profesionales. Es y será cada vez más frecuente que los “departamentos duros” de las empresas, como TI, contabilidad, finanzas, operaciones, pos venta, etc, dejen de ser áreas exclusivas y excluyentes, pasando a una integración mucho mayor con el resto de las organizaciones.
Probablemente, esta es una de las habilidades que sea más sencilla de trabajar, porque tiene relación con las habilidades de socialización y colaboración naturales de nosotros por cuanto somos seres sociales. De todos modos, a continuación algunas recomendaciones para fortalecer este enfoque en entornos colaborativos.
- Valorar la diversidad. Entender que las miradas disímiles no compiten, sino que se complementan, es la clave para el trabajo colaborativo efectivo. No entender que las miradas distintas aportan a la cocreación puede llevarnos a caer en la distribución de funciones, pero sin colaboración efectiva.
- Desapego por las ideas. La colaboración real implica abrirse a la posibilidad de estar equivocados o a que surjan propuestas distintas que lleguen a ser más efectivas que las propias. Por lo tanto, desenamorarse de las ideas o propuestas propias es clave para no caer en el bloqueo de lo colectivo.
- Empatizar personal y profesionalmente. Cuando emitimos opiniones, afirmaciones o juicios, lo hacemos a partir de nuestros propios campos de experiencia, que difieren de cualquier otra persona. Por lo tanto, aceptar que otros hablen desde sus experiencias (personales, valóricas, profesionales, laborales, etc.) ayuda a entender esas posiciones e incorporarlas en el análisis. En este sentido, el escuchar activamente, preguntar y dar retroalimentación, son una buena forma de estimular y aportar al trabajo colaborativo.
Ciertamente, hay varias habilidades blandas que podrían sumarse al listado, pero creo que estas cuatro son las fundamentales para enfrentar la industria 4.0. Por otro lado, desde el punto de vista de los conocimientos técnicos, creo que lo transversal es la alfabetización digital. Me refiero a entender los entornos digitales y dominar herramientas básicas que nos permitan evaluar posibilidades y aplicarlas en nuestros ámbitos profesionales.
Hasta aquí esta entrega, esperando que sea un peldaño positivo en esta escalera de ascenso hacia el desarrollo de carrera.
* Karina Perez es Managing Director de Executive Search en Robert Half para los Países Bajos
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