Una de las fases más importantes para empresas enfocadas en el bienestar y la felicidad de sus colaboradores es el reclutamiento. Así como lo oyes! Antes incluso de colocar a alguien dentro de un equipo, el gestor debe preocuparse por el bienestar de todos, tanto de aquel que llega a conformar el equipo como de aquel que ya hace parte del mismo. Es por esto, que vale la pena que el gestor esté totalmente involucrado en el proceso de contratación, pues nadie mejor que él entiende el trabajo o las personas con las cuales el nuevo colaborador irá a trabajar.

Por esta razón, usted debe poner especial atención a las habilidades inter-personales durante el proceso de entrevista.  La época en la cual el proceso selectivo se hacía con base apenas en competencias técnicas y conocimientos sobre un tema específico, es cosa del pasado.  Es obvio que esas informaciones son importantes, sin embargo, muchas organizaciones, cuando llevan a cabo un proceso de selección, tienen en cuenta, también, las competencias comportamentales de los candidatos, sus emociones y su personalidad.  Por ejemplo, un candidato que parece técnicamente perfecto, puede que no contribuya al crecimiento del equipo si no cuenta con las habilidades sociales. Las actitudes son contagiosas y una “naranja podrida” puede realmente contagiar a un grupo feliz.  En otras palabras, puede que una persona sea extremamente inteligente, sin embargo si no se encaja en el grupo, es posible que traiga más cosas negativas que beneficios.

Identificando la “naranja podrida”

Si no fue posible notar el problema durante la contratación, es importante poner cuidado e identificar, en el día a día, un profesional malo.

Conozca algunos de los perfiles profesionales que pueden “pudrir” al resto del equipo:

  • El quejumbroso: en el ambiente laboral, el "quejumbroso" puede contaminar el estado de ánimo de las personas a su alrededor.  Todo es más complicado porque esta persona solo es capaz de ver los problemas y no es capaz de poner de su parte para solucionarlos.
  • El chismoso: cuidado con aquellos a quienes les gusta difundir una noticia, ya sea buena o mala.  A partir de un simple comentario, él puede llegar a conclusiones precipitadas y generar los peores rumores.
  • El acomodado: son aquellos que no ven en la empresa ninguna oportunidad que les permita mejorar su vida y están satisfechos con su actual posición. Ellos no crecen, pero tampoco contribuyen para el bien de la empresa y esa actitud acomodada puede ser transmitida a los demás colegas.
  • El rebelde: es aquel que va a objetar toda determinación de un superior, no cumple con los plazos y acaba obstruyendo el buen funcionamiento del equipo.
  • El impulsivo: ese profesional que actúa sin pensar, y dicho comportamiento aumenta la probabilidad de verse involucrado en situaciones de riesgo y va a complicar la planificación.

Cuide su equipo

A pesar de que muchas características son innatas, algunos comportamientos negativos surgen de manera puntual, debido a un desentendimiento momentáneo, a una insatisfacción, etc.  Es por esto, que contratar personas que se encajan bien con su lugar de trabajo, es tan importante, como garantizar que sigan siendo compatibles con el mismo.

Piense en esto cuando vaya a “re-reclutar” a sus colaboradores. Periódicamente piense de nuevo en el ajuste de todo su equipo. Tenga discusiones con sus subordinados directos acerca de su relación con la empresa. ¿Será que se sienten aún desafiados en su cargo? ¿Qué es lo que más les gusta de su trabajo? ¿Será que sienten que sus habilidades están siendo totalmente utilizadas?

Importante: converse con los funcionarios sobre la evolución de sus objetivos y los potenciales caminos a seguir para ayudarlos a lograrlos. Ellos se sentirán más felices, serán más productivos y estarán mucho más dispuestos a permanecer en la empresa.